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Algo mas de la prosa
LIV
De conformidad y unánime –que somos multánimes–
acuerdo y según las últimas informaciones de ésta
semana –y en tecnicolor a lo que infiero–,
informaciones que quizá coincidan en cifras con las
cifras del propio texto princeps de Daniel de Föe
(y digo Föe por razones obvias eufonéticas) (y digo
que quizá no lo releo desde hace cuatro lustros,
en cuanto aquesta obra y libro), según ello (insisto)
el héroe della y dél, Robinson Crussóe, demoró en la
su isla quimérica o real, veintiocho años, pocos meses
y unos días en mas: cuatro semanas largas de años —
entonces–. Semanas de años, semanas sin Viernes y
semanas con Viernes ya, semanas de años. Y en todas
ellas las cuatro, a la su vera la su cacatúa, ara, lora
o guacamaya, de las parlantes. Veintiocho años, los
meses dichos y los días que fueran ellos, en leda
soledad, aislación amena y mudo soliloquio ameno
y ledo. Interrumpido –el monólogo interior– de vez en
vez, por los diálogos –externos– con la cacatúa.
Y soledad y silencio interruptos cuando dábale las
lecciones de inglés básico a Viernes, los miércoles
y sábados, a la hora de nona, tras el yantar opíparo,
después de la lectura de la Biblia –lectura ésta
cuotidiana y no sólo nocturna– y entre vaso y vaso de
ron antillano, ginebra de Holanda y cognac girondino
(y de aguardiente de palma también, seguramente).
Salvo aquesto, soledad o solura, soliloquio, monólogo
interior… Acre, acérrimo, acerbo monólogo interior,
como cuando Robinson decíase: ¿por qué diantres
y redemonios coronados no se le ocurriría al amigo
De Föe darme la compañía de Lady Roxana magüer
casquivana, o siquier la de Moll Flanders –casquivanísima otrosí–, y todavía –y mejor– la de
entrambas heroínas suyas y de una tercera en más,
coadyuvante. Ergo: todos co-héroes, ellas y yo,
Robinson Crussóe de York, solitario de toda soledad,
solitario de mi? Como eso de proponerse mi ilustre
autor y a expensas mías (y de ellas a juro) escribir las
aventuras, peripecias y relato o novela del solitario?
Del solitario absoluto, total, malgrado mío? Y a mis
espaldas y sin consultarlo con el interesado y víctima
y con ellas, damas, damas galantes? Soledad de
soledades y sólo soledad! Punto. ¿Pero, qué va a saber
de soledades, Robinson Crussóe, de York, si es mayor
soledad –y ésa si suma– la soledad del solitario entre
la multitud. Del solitario rodeado, asediado de momias
y fantasmas y entelequias aún y de Ladies Roxanas,
de Molls Flanders y de todo género de cacatúas, y de
Viernes y Sábados, domingos tediosos y de lunes
abominables, martes de mal agüero, miércoles de
pésimo augurio, y de jueves Bajo el Signo de Leo,
peores que si Bajo el Signo de Saturno? Que iba
a saber de soledades, Róbinson. Y qué de otras
soledades, distintas a las suyas sobre-poéticas,
don Luis de Argote y Góngora? Y…, pero el caso
y otro es éste: Como parece imposible –por acá– salir
del monólogo perenne, así sea o fuera para entrar en el
diálogo –y si entrárase, aqueste conmigo mismo o con
alguno o algunos de mis complacientes valedores y
cuasi cómplices–, o sea para zabuhírme, zampuzando,
en ciénagos y paludes deletéreos, o para imbuírme,
icarino, sulcando azúreas, aéreas rutas, en intentos –intentonas de urdir otra ficción, otras ficciones, de
las noveladoras –a ellos y a ellas alérgico, sin duda–
seguro por ineptitude inaptitud latentes, –no comprobadas–
ya que en jamás se ensayó –por estos dominios– tal empresa, y así aún no sábese
si la inaptitud teórica y si la ineptitud presunta,
son o sean reales, pretendo (tras el paréntesis) persistir
en el inane soliloquio, y mientras… Mientras otra cosa
se resuelve. No será mejor eso, mejor que dedicar
los ocios y vacancias a la escribanía subalterna
de MEMORIAS? Subalternas es un erróneo decir. De las
MEMORIAS, de las mías y de las de Baruch y de las de mi
pariente Bogislao? Y tan apócrifas ellas las ajenas
como las propias mías. Todas ellas fruto, fruto
maldito, y del Apocrifario… Pero sí desistí de
inmiscuir y mezclar el apocrifario en esa maraña,
en ese cafarnaúm de las MEMORIAS DE BEREMUNDO.