Acerca de su prosa… Hjalmar de Greiff

Permanecimos en silencio un buen momento.
No pintaba mal el día, por el alba, si después llegó el
orvallo, leve, desmenuzado. Y ya deslizados, furtivos
y silenciosos, de riguroso incógnito, y en el rincón del
cafetín. Y solos. No lucíamos ninguna de nuestras
condecoraciones. No portábamos nuestro monóculo ni
olvidamos nuestro peluquín peinado relamidamente.
Para el cigarrillo, la más discreta de nuestra secuencia
de boquillas. Libros ni papelorios en los bolsillos,
ni azul cuaderno bajo el ala, ni cuaderno zinzolín bajo
el alón. Soto el alón chambergo –y era boina–
la carota, ni tan tersa (de rasurada) como glúteo
de pulcela, ni muy florida carolingia.
De riguroso incógnito. Presencia de burgués
y hamletiana ausencia –las nuestras–. Un tercio de
Sir John Falstaff, otro entre Cézanne y Lelian
(pero no pintor ni bilateral ni cojitranco) y el último
tercio…, de los tercios de Flandes. Se nos trajo la breve
porción de moka. Leído lo de Ibeas ya transcrito
y transmiso, trasegamos el moka. Desenfundamos
la altaclara y joyosa (es antinomia doble: ni tan alegre
ni tan estrellada de joyas, ni tan clara la altanera).
Desenfundámosla y la esgrimimos, no contra
endriagos ni cuélebres ni contra odres de vinazos,
sino contra imbele y lechal pergamino.

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