Otros apuntes con Uribe Uribe

Salimos de Bogotá del Altiplano (parece que lo correcto sería decir Altoplano, si se le hace caso a Marroquín, el de LA PERRILLA) en tren, hacia las once de la noche del día… el día yo no lo sé (de todas veras: no es el olvido poético, no es la licencia poética, no es el licencioso olvido inolvidado). El día yo no lo sé, quiero decir que no recuerdo la fecha exacta de esa mi primera salida de Bogotá. Fontibón, Facatativá. Pero si
recuerdo con absoluta precisión, claramente, que al amanecer, cuando salía el tren de un tunelillo, me mostró el General el Nevado del Tolima. Llegamos a Girardot, Jorge N. Soto, el General Max Carriazo. En el barco. Alto Magdalena. Puerto Beltrán. Ferrocarril Beltrán – Dorada. El GRAN RELATO CIRCUNSTANCIAL, con todos los detalles, accidentes, incidentes, anécdotas y demás agregaciones, de ese viaje, lo leerá el Curioso en el Tranco Octavo –o Nono– de las MEMORIAS MEJOR QUE PÓSTUMAS DEL INEFABLE BOGISLAO. No encaja ese RELATO ni cabe en esta
glosa somerísima a un precipitado, desatinado pseudo -reportaje, veces trivial, veces baladí, veces erróneo,generoso en intención y en demasía, halagüeñamente calumniador –a ratos–. En 1914: el Viaje de Medellín a Bogotá, en abril? pocos meses después de la muerte del compañero Gabriel Uribe Márquez. El viaje de Bogotá a Medellín, en junio? Quien lo sabe? Quizá lo supo el desparecido Otro-Yo, Sirg-el-Oel, poeta
berebere, de ojos garzos (glaucos, verdeazules): le poète aux yeux pers –según su colega Jean de Balbec, Otro-Yo reaparecido– y de cabellos zinzolines. Quizá el extravagante Sirg-el-Oel lo supo, o lo sabe, si –como se conjetura por indicios– aunque desparecido de nuestra órbita, de nuestras vecindades, por ahí vague, divague y extravague lontano de nuestro contralor, de nuestras vigilancia y rectoría.

Y el Viaje de Marras? La Dorada, Nare, Puerto Berrío, Caracolí, Cisneros… En Cisneros, banquetazo ofrecido por el copartidario Carlos de Bedout. Una docena y media de abstemios absolutos –por lo menos en la ocasión– y… Carlos y yo más bién enófilos que enófobos (en teoría yo, con muy poca práctica).
Tras del banquete y unas pocas horas de sueño, a las 3 a/m, despiértame el General: –Voy a dictarte el discurso que pronunciaré en Medellín a las 12 meridiano. Y héteme (por arte de Birli-Birloque) secretario-edecán-dactilógrafo del Jefe. Del Jefe por antonomasia. De Cisneros a la Estación Botero (por LA QUIEBRA) a caballo, y en qué fogosísimos corceles de primera. Por suerte mía el noble bruto que correspondiéra resultó sumamente cortésy comprensivo y no despidió por sus orejas al novato jinete. Llegada en tren a la Villa de la Candelaria.
La multitud en la Estación. Recepción triunfal etc etc. Locura por saludar al General –y a su comitiva: claro que con locura menor–. Y una quincena de compañeros (entre ellos algunos futuros PANIDAS) a recibir al novel poeta –en potencia– que no al edecán secretario. Una docena de días duró mi edecanato-secretariato ad-hoc, ad-honores, ad-interim, ad-libitum, ad-litteram, ad-natum et ad-perpetuam -rei-memoriam. De modo que el General Uribe no me dió un empleo jamás –mucho menos remunerado– sino que me hizo una señalada distinción.

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